Quería, desde que la terminé, desde antes de imaginarme siquiera que justo antes del final de este año iba a montar este blog, escribir algo al respecto de "Las cosas que terminan por romperse", y no encuentro mejor momento que este; ahora que es tiempo de propósitos de enmienda y de echar la vista atrás y ver como se han presentado, como han evolucionado las cosas este año que se apaga.

Sin duda "Las cosas que terminan por romperse" es una radiografía de lo que han sido estes últimos 365 dias; ya que me ha acompañado a lo largo de casi todo el 2006.
(AVISO para quien todavia no haya leido esta historieta que cierra "La tetería del oso malayo"; puede que algun dato de los que dé a partir de ahora desvele parte de la trama, pese a que este texto no es ni una reseña ni habla de la sinopsis de esta historieta. Y un aviso más; id al baño ahora , o a por una cerveza, que el texto que viene a continuación será de algo más de cuatro lineas; el que avisa no es traidor)
Comencé a trabajar en ella a finales de enero, tenía cuatro o cinco piezas del puzzle claras, y sabia muy bien que quería contar con ella: la sensación de inercia, de dejarte llevar, el cúmulo de estupideces que puedes hacer o decir en esa etapa que se alberga tras una ruptura de pareja, y cerrar el relato justo antes del momento en el que decides hacer de tripas corazón y recomenzar a construir tu vida.
Tambien tenía claro que quería que la historia fuera lo más sencilla posible, que incluso, en algunos momentos dejará ver el ridículo en el que en varios momentos Edgardo, el protagonista, se mete de cabeza, ya que no quería darle enfoque de heroe amargado ni nada por el estilo, ni, aunque bebe -y mucho- quería que pareciera un personaje "bukowskiano" ni nada por el estilo, simplemente pretendía mostrarlo como un alma en pena, que se mueve dando tumbos, perdido, moviendo los pies pero sin saber a donde.
Otra cosa que no quería era mostrar la secuencia de la ruptura, ni explicar el porqué la relación de Edgardo y Alicia se fue al carajo, no quería que hubiera "malos" ni "buenos", "vencedores" ni "vencidos"; empezar a contar la historia a partir del punto en el que el naúfrago despierta a orillas de una playa, en una isla desierta, no el naufrágio del barco.
Y, por último, necesitaba arrancar un par de clavos que me estaban apretando el ventrículo, y, no se me ocurrió mejor manera de enfrentarme al dolor y la desorientación que me inundaban que ridiculizarlas, convertirlas en historia y así, una vez terminada, poder observarlo todo como un espectador y, esperaba, restarle importancia.
Con estas premisas me puse manos a la obra, escribí el primer borrador del guión casi de un tirón, en dos tardes, luego vino el retocar secuencias, quitar, añadir, escribir los dialogos que faltaban o borrar muchos que debido a la rápida ejecución del script no venian a cuento, y, a mediados de febrero, justo un sábado -si mal no recuerdo- que me reunia con mis compañeros de Polaqia para decidir el material que íbamos a incluir en el recopilatorio "Barsowia en llamas", bajo una no muy molesta resaca; dibujé las tres primeras páginas a lápiz.
A partir de ahí y hasta finales de junio "Las cosas que terminan por romperse" no se apeó de mi cabeza, ni de mis tardes al salir de trabajar, ni de mis fines de semana.
Esta historia en concreto la realicé sin hacer un storyboard previo, sin saber una paginación final, tan solo con el faro de un guión literario, sin especificaciones narrativas, como guia para no perderme en la aventura, y quizá eso hizo que su realización fuera más emocionante para mi; la historia, el como contarla, iba surgiendo al tiempo que la dibujaba, las secuencias y las acciones respiraban y duraban el tiempo que yo creia necesario, no estaba atado a nada, pasajes que en el guión ocupaban dos páginas pasaron a ocupar casi veinte en historieta, y al reves, y lo que en un principio iba a ser una historia de 30-40 páginas se convirtió por si sola, mientras se tejía, en una de 72.
Visto ahora, de lejos, pienso que es la historia más personal que he hecho hasta la fecha, como siempre, no cuento las cosas tal cual ocurrieron, hay mucha metáfora, mucho disfraz; Edgardo soy yo, si, pero tampoco es el David Rubín de todos los dias, sino una parte, un fragmento de un momento -o varios- de mi vida. Pues la historia es un cúmulo de retazos de diferentes momentos, relaciones y personas que se han cruzado en mi vida, algunas de ellas sabrán reconocerse, otras no, algunos de los personajes son dos o tres personas a un tiempo, así como yo salto de oca a oca y tiro porque me toca de la piel de Edgardo Mediohombre a la de Adam Kent, a Sigfrido o a Ulyses Yorba, el que fuera protagonista de "Donde nadie puede llegar".
Lo que si puedo desvelar que fue cierto y ocurrió tal cual sale relatado en la historia es la secuencia de Edgardo niño y el traje de supermán -quien haya leido el tebeo sabe a lo que me refiero-, que casi hizo que ya en mi tierna infancia, por culpa de los tebeos -y richard donner- casi perdiera la vida.
Poco más resta contar; la verdad es que este inmenso párrafo es tan solo una escusa, un desahogo removido por el final de año que está a la vuelta de la esquina, tan solo un último dato: Comencé "Las cosas...." intentando apartar de mi vida el recuerdo de una relación que arrastraba desde hacia demasiado tiempo, con el que estaba dañando a personas que en ese intervalo se cruzaron en mis sábanas y en mi vida, comencé tambien su relato agarrándome a la desesperada a un amor que de entrada sabía imposible, inapropiado, pero que me ayudó a dar pasos de gigante para hacerme más fuerte y sacar fuerzas para volver a juntar todas las cosas que se habian roto en mi cabeza y en mi pecho; esa persona, imposible y fascinante, encendió la llama que dio pie al relato sobre el que versan la cantidad de palabras que ya estais, por fin , terminando de leer, y para mi suerte, hoy por hoy es una gran amiga. Y, quien me lo iba a decir, justo casi al final, a menos de veinte páginas de terminar "Las cosas..." una nueva y fabulosa chica irrumpió en mi vida con ánimo de poner sus zapatillas bajo mi cama y su taza favorita en mi fregadero, consiguío ganarse el corazón desbocado, terrible, malsano de servidor, y con paciencia, sonrisas y unas cuantas tiritas bien colocadas, instalarse con billete solo de ida en mi vida.
Y con esto se cierra el círculo de "Las cosas que terminan por romperse", avanzo casilla en el tablero de la vida y posteada queda una nueva página de este cuarderno espartano de garabatos y letras malsoñadas.
Feliz año a todos y gracias por aguantar el sermón.